CUESTIONARIO
1. ¿Cuáles son los síndromes que presenta
la paciente? ¿Cuál o cuáles presentó el padre?
El
paciente presenta, síndrome emético,
El
padre presento síndrome ictérico, síndrome de insuficiencia hepática,
2. Mecanismos
fisiopatológicos de la ictericia.
La
bilirrubina se encuentra en el plasma en una concentración de 0,3-1 mg/dl (1
mg/dl equivale a 17 (xmol/l). Su elevación, o hiperbilirrubinemia, origina
pigmentación amarilla o ictérica del plasma, y cuando excede de 2-3 mg/dl,
pigmentación de los tejidos, especialmente los bien perfundidos y, sobre todo,
los ricos en elastina, como las conjuntivas o la mucosa del paladar. A esta
coloración amarilla de la piel y las mucosas, debida al incremento de la
concentración plasmática de bilirrubina, se denomina ictericia. Los miembros
paralizados, por ejemplo, en el caso de una hemiplejía, al estar
hipoperfundidos, no suelen presentar dicha pigmentación. La ictericia destaca
más en individuos con piel fina y pálida (p. ej., por anemia) y requiere, en
cambio, niveles más elevados de bilirrubina para evidenciarse en personas con
piel más oscura.
Fisiopatología
La bilirrubina procede del catabolismo del hem, por lo que la fuente más importante en el organismo es la hemoglobina presente en los hematíes envejecidos. También se forma a partir de la hemoglobina en la hemólisis intramedular o eritropoyesis ineficaz, así como a partir de otros compuestos hemínicos como la mioglobina, citocromos y otras enzimas, como lo demuestra la aparición de un pico precoz de radiactividad en el plasma tras administrar un precursor porfirínico marcado (ácido 8-aminolevulínico).
El precursor inmediato, biliverdina, se reduce a bilirrubina que no es polar, por lo que precisa ser transportada ligada a la albúmina de forma no covalente. En el polo sinusoidal del hepatocito la bilirrubina es captada por la membrana, liberándose de la albúmina para impedir su retrodifusión al plasma, se combina con los ligandos Y y Z del citosol (especialmente el primero, que representa al 2 % de las proteínas del hígado humano). Desde allí la bilirrubina pasa a los microsomas hepáticos, donde es transformada en un compuesto polar mediante la enzima UDP-glucuronil-transferasa; primero aparecen los monoconjugados y a continuación los diconjugados, proceso que se completa al parecer durante el recorrido de la bilirrubina conjugada hasta el polo canalicular. De este modo se elimina en la bilis por un mecanismo activo, en su mayor parte en forma de diconjugados, y pasa al intestino.
En el colon, por la acción de la flora bacteriana, se transforma en estercobilina, que se elimina por las heces. Una parte se reabsorbe, experimentando circulación enterohepática. En condiciones normales, una fracción despreciable de estercobilina aparece en la orina en forma de urobilina. Ésta se incrementa de forma importante cuando existe disfunción hepatocelular o cuando llega un exceso de bilirrubina al intestino, como ocurre en las ictericias hemolíticas. Una pequeña fracción de bilirrubina conjugada puede refluir al plasma desde el hepatocito. De hecho, el 90 % de la bilirrubina plasmática se encuentra en forma no conjugada (reacción indirecta con el reactivo de Van den Bergh), ya unida a la albúmina. Entre el 0 y el 10 % se encuentra en forma conjugada (reacción directa), que puede unirse también, pero de forma muy laxa, a la albúmina. No obstante, cuando la bilirrubina conjugada está muy elevada en el plasma y de forma prolongada, acaba uniéndose de forma covalente e irreversible a la albúmina (bilirrubina delta o biliproteína), por lo que no puede eliminarse por la orina hasta que ha transcurrido la vida media de la proteína. Este hecho explica el retraso en la normalización de la bilirrubina tras la desaparición de una obstrucción biliar prolongada.
La bilirrubina conjugada, al ser polar, se elimina por la orina (coluria), y es la filtración glomerular el mecanismo de su excreción, ya que no existe secreción tubular del pigmento.
Fisiopatología
La bilirrubina procede del catabolismo del hem, por lo que la fuente más importante en el organismo es la hemoglobina presente en los hematíes envejecidos. También se forma a partir de la hemoglobina en la hemólisis intramedular o eritropoyesis ineficaz, así como a partir de otros compuestos hemínicos como la mioglobina, citocromos y otras enzimas, como lo demuestra la aparición de un pico precoz de radiactividad en el plasma tras administrar un precursor porfirínico marcado (ácido 8-aminolevulínico).
El precursor inmediato, biliverdina, se reduce a bilirrubina que no es polar, por lo que precisa ser transportada ligada a la albúmina de forma no covalente. En el polo sinusoidal del hepatocito la bilirrubina es captada por la membrana, liberándose de la albúmina para impedir su retrodifusión al plasma, se combina con los ligandos Y y Z del citosol (especialmente el primero, que representa al 2 % de las proteínas del hígado humano). Desde allí la bilirrubina pasa a los microsomas hepáticos, donde es transformada en un compuesto polar mediante la enzima UDP-glucuronil-transferasa; primero aparecen los monoconjugados y a continuación los diconjugados, proceso que se completa al parecer durante el recorrido de la bilirrubina conjugada hasta el polo canalicular. De este modo se elimina en la bilis por un mecanismo activo, en su mayor parte en forma de diconjugados, y pasa al intestino.
En el colon, por la acción de la flora bacteriana, se transforma en estercobilina, que se elimina por las heces. Una parte se reabsorbe, experimentando circulación enterohepática. En condiciones normales, una fracción despreciable de estercobilina aparece en la orina en forma de urobilina. Ésta se incrementa de forma importante cuando existe disfunción hepatocelular o cuando llega un exceso de bilirrubina al intestino, como ocurre en las ictericias hemolíticas. Una pequeña fracción de bilirrubina conjugada puede refluir al plasma desde el hepatocito. De hecho, el 90 % de la bilirrubina plasmática se encuentra en forma no conjugada (reacción indirecta con el reactivo de Van den Bergh), ya unida a la albúmina. Entre el 0 y el 10 % se encuentra en forma conjugada (reacción directa), que puede unirse también, pero de forma muy laxa, a la albúmina. No obstante, cuando la bilirrubina conjugada está muy elevada en el plasma y de forma prolongada, acaba uniéndose de forma covalente e irreversible a la albúmina (bilirrubina delta o biliproteína), por lo que no puede eliminarse por la orina hasta que ha transcurrido la vida media de la proteína. Este hecho explica el retraso en la normalización de la bilirrubina tras la desaparición de una obstrucción biliar prolongada.
La bilirrubina conjugada, al ser polar, se elimina por la orina (coluria), y es la filtración glomerular el mecanismo de su excreción, ya que no existe secreción tubular del pigmento.
3. ¿Cómo
se diagnostica la Hepatitis B serológicamente?
Las
pruebas serológicas utilizadas en el estudio de los individuos con hepatitis B
son:
ü Antígeno de superficie (HBsAg)
ü Anticuerpo contra el “core” (Anticore
IgM e IgG)
ü Antígeno e de hepatitis B (HBeAg)
ü Anticuerpo contra el antígeno e (Anti
HBe)
ü Anticuerpo anti superficie (Anti HBs)
El
antígeno “core” (HBcAg) no es detectable en el suero y sólo se puede
identificar en el tejido hepático mediante técnicas de inmunohistoquímica. En
sangre se manifiesta como el HBeAg.
La
interpretación de los marcadores serológicos se pueden dividir en los
siguientes grupos:
1.
El
individuo sano
2.
El
individuo con la infección aguda o crónica
3.
El
individuo que tuvo la infección y se curó
4.
El
vacunado
Hepatitis
B aguda: caracterizada por presencia de HBsAg y Anticore IgM que determina la
evolución aguda de la enfermedad. El Anti HBs es negativo.
Hepatitis
B crónica: persiste la presencia de HBsAg, desaparece el Anticore IgM y aparece
el Anticore IgG. El Anti HBs es negativo.
El
individuo curado de hepatitis B se indentificará por desaparición del HBsAg y
aparición de su anticuerpo (Anti HBs). El Anticore IgG continuará siendo
positivo indefinidamente.
Finalmente,
la persona vacunada contra hepatitis B y que adquirió inmunidad sólo mostrará
positividad para el Anti HBs con los demás marcadores negativos. Un nivel de
Anti HBs superior a 10 mIU/ml es indicativo de seroprotección.
El HBeAg
sólo se solicita en los individuos en quienes la infección está confirmada.
Esta prueba es positiva en aquellos con replicación activa y por lo tanto son
altamente infectantes, mientras un HBeAg negativo y aparición de Anti HBe
indica seroconversión y disminución de la replicación y la infectividad.
No
obstante, existe una variedad mutante, precore, que tienen HBeAg negativo, pero
están replicando al confirmarse con determinación de la viremia (DNA del virus
B) mediante técnicas de biología molecular (por ejemplo, reacción en cadena de
la polimerasa-PCR).
Aunque
no es un prueba serológica, la PCR es importante para determinar si el individuo
infectado por hepatitis B está presentando replicación viral, y además es una
prueba que se usa para predecir la respuesta al tratamiento y hacer seguimiento
al mismo.
4. En
caso de haberse encontrado un HBsAg positivo, ¿a qué corresponde?
Un resultado “positivo” o “reactivo” en el análisis de
HBsAg indica que la persona está
infectada con el virus de la hepatitis B, lo cual puede significar una
infección “aguda” o “crónica”. Las
personas infectadas pueden propagar el virus a
otros a través de su sangre y otros fluidos corporales infectados.
El HbsAg, se
sintetiza en el citoplasma del hepatocito, independientemente de la capside.
Debido a que la célula hepática fabrica un exceso de estas estructuras, una
parte es liberada a la sangre pudiendo ser detectada.
HBsAg
(antígeno de superficie) Aparece muy pronto después de la infección. Si la evolución es favorable, desaparecerá
paulatinamente. Por el contrario, su
persistencia al cabo de 6-8 semanas son indicadores de mal pronóstico y
de evolución a la cronicidad. Si este
marcador se mantiene positivo al sexto mes de
la infección, el paciente sufre una infección vírica persistente, que
puede ser una infección crónica o una
enfermedad hepática crónica.
5. ¿Cuáles
son los efectos maternos de la infección por Hepatitis B?
El
curso de la HB durante el embarazo es similar al de la población general. Las
hepatitis fulminantes se registran en sólo el 1 al 3% de los casos.
En el 50% de las mujeres embarazadas no se reconocen factores de riesgo para la infección por este virus, al igual que en el 30% de los pacientes con infección crónica. La infección crónica aparece en el 79 a 90% de los hijos de madres +. El 85 al 90% de los niños infectados permanecen crónicamente infectados. Durante el primer y segundo trimestre del embarazo puede ocasionar aborto espontáneo o prematuridad. Durante el tercer trimestre puede ocasionar enfermedad aguda o crónica en el RN.
En el 50% de las mujeres embarazadas no se reconocen factores de riesgo para la infección por este virus, al igual que en el 30% de los pacientes con infección crónica. La infección crónica aparece en el 79 a 90% de los hijos de madres +. El 85 al 90% de los niños infectados permanecen crónicamente infectados. Durante el primer y segundo trimestre del embarazo puede ocasionar aborto espontáneo o prematuridad. Durante el tercer trimestre puede ocasionar enfermedad aguda o crónica en el RN.
Se
recomienda el seguimiento del protocolo de atención del embarazo, que se basa
en la determinación de HBsAg. Esta determinación se ha de llevar a cabo
sistemáticamente como una prueba más durante uno de los controles que se
realicen en el tercer trimestre. Si la mujer no ha sido controlada durante el
embarazo, la determinación de HBsAg ha de ser realizada tan pronto como sea
posible antes o después del parto con el fin de proceder a la profilaxis del
recién nacido en el caso de que la madre resultara ser portadora del VHB.
Sin complicaciones maternas ni
fetales durante las primeras etapas de gestación
Baja
mortalidad
Elevado
riesgo de transmisión materno-fetal durante el 3°trimestre.
Madres
con HBeAg presentan máximo riesgo de transmisión MF al momento del parto
6. ¿Cuál
es el mecanismo de infección fetal y neonatal por Hepatitis B?
La
transmisión perinatal de madres infectadas por el VHB a sus hijos antes o
durante el parto representa la mayor parte de las infecciones de aquellas zonas
donde el VHB es endémico. El contagio es más probable si la madre tiene una
carga viral de VHB elevada en la sangre; las madres coinfectadas con el VHC o
el VIH además del VHB también tienen más probabilidades de transmitir la
hepatitis B a sus hijos.
La
transmisión vertical del VHB de madre portadora de HBsAg a su hijo recién
nacido tiene lugar en más del 80% de los casos cuando la madre es HBeAg
positiva y en el 20% cuando la madre es anti-HBe positiva. De éstos, más del
85% se volverán portadores crónicos de VHB. El niño se puede infectar en el
útero, o más frecuentemente en el momento del parto o en el periodo neonatal.
7. ¿Cuáles
son los efectos fetales de la infección por Hepatitis B?
Incremento
de la incidencia de morbilidad materno-infantil, como distrés fetal, parto prematuro y peritonitis meconial (muchos de estos reportes incluían también infección aguda por VHB).
La infección
aguda del VHB no ha demostrado ser
teratogénica o estar asociada con incremento
de la mortalidad
La
infección del VHB no debería significar
una consideración para terminar con la gestación. Sin embargo, se ha asociado a una elevada incidencia de peso bajo al nacer y prematuridad.
8. ¿Con
qué exámenes se monitorea la evolución de la paciente?
Luego de la evaluación inicial, en las
siguientes visitas el objetivo es volver a evaluar la actividad de la
enfermedad y la necesidad de tratamiento, para monitorear la progresión de la
hepatopatía y sus complicaciones y pesquisar el cáncer hepático. Se debe
recordar a los pacientes que su enfermedad es crónica y prolongada y que el
monitoreo es necesario durante toda la vida. La frecuencia del monitoreo
para establecer la actividad de la enfermedad se basa en el patrón temporal de
la enfermedad, la importancia de la detección precoz y el cambio potencial en
el manejo como resultado del seguimiento.
Los portadores y pacientes con enzimas
hepáticas normales y sin HBeAg puede desarrollar recaídas intermitentes y
transitorias de la enfermedad que típicamente tardan unas pocas semanas a
varios meses. El monitoreo de la enzimas hepáticas cada 3 meses permitiría
detectar la mayoría de las recaídas en un estadio relativamente temprano,
aunque no hay evidencia de que la detección precoz de las recaídas afecta el
buen resultado terapéutico. Por lo tanto, el monitoreo cada 3-6 meses con
determinaciones de las aminotransferasas séricas es suficiente. Los pacientes
en fase de tolerancia inmunológica no suelen desarrollar hepatitis hasta la
tercera o cuarta década de la vida aunque es posible que la detección temprana
no afecte el manejo de la enfermedad. En los niños con inmunotolerancia, es
adecuado hacer el monitoreo cada 6-12 meses. Por el contrario, los pacientes
con cirrosis se pueden descompensar en forma abrupta y espontánea y no tener
una reserva hepática que le permita tolerar la exacerbación de la enfermedad,
obligando a una intervención temprana. Si estos pacientes no reciben
tratamiento deben ser monitoreados cada 3 meses. Las pruebas de rutina más
convenientes son la determinación del ADN HBV junto con las enzimas hepáticas.
Sin embargo, hay que tener en cuenta el costo y la disponibilidad de esas
pruebas. La mayoría de los pacientes pueden monitorearse mediante la
determinación de las aminotransferasas séricas como guía de la actividad de la
enfermedad.
En los portadores no virémicos se deben
hacer análisis en ocasiones para detectar la falta de HBsAg, un fenómeno que
ocurre espontáneamente con una tasa anual de 0,5-1,4%, como así el desarrollo
de anti-HBs. En los pacientes con hepatitis crónica ya diagnosticada que no
recibieron tratamiento, el monitoreo de los niveles de ADN HBV y las enzimas es
menos importante porque no afecta el manejo. Naturalmente, todos los pacientes
deben recibir asesoramiento sobre los síntomas de exacerbación de la enfermedad
para que consulten inmediatamente al médico.
El monitoreo durante el tratamiento
antiviral depende del agente utilizado y la gravedad inicial de la enfermedad.
La penetración genotípica y virológica precede a la penetración bioquímica y la
indicación precoz de un tratamiento de salvataje mejora las tasas de respuesta
a largo plazo. Para evaluar la progresión de la enfermedad durante las visitas
de seguimiento, aparte de las enzimas hepáticas, se controlará la función
hepática y el hemograma. Los cambios de estos parámetros a través del tiempo,
en especial la declinación gradual del recuento de plaquetas, puede ser un
marcador más sensible de la progresión a la fribrosis que una sola
determinación. La repetición de los análisis bioquímicos es muy importante
cuando el monitoreo de la actividad de la enfermedad no se hace con frecuencia.
Si estos marcadores no invasivos indican progresión de la enfermedad, aun en
pacientes con ALT normal, puede motivar una decisión de tratar. En esta
situación, puede considerarse la realización de una biopsia hepática.
9. ¿Cómo
se encontrarán los marcadores de infección VHB (Virus de la Hepatitis B) en una
infección perinatal?
La detección
de los marcadores serológicos en
fundamental para determinar el estado de
la infección del VHB y el pronóstico
individual de la infección.
Wang y col.
demostraron que la transmisión del
HBeAg transplacentario puede ser
detectado hasta el mes de edad en un
tercio de los RN de madres HBeAg (+),
pero desaparece antes de los 4 meses en
los RN no infectados
. Otros
estudios demuestran que 88% de los RN aclara
el HBeAg antes de los 6 meses. El anti-HBe transplacentario desaparece en casi todos los infantes antes de los 12 meses de edad. El anti-HBc transplacentario puede ser detectado en un tercio de RN a los 12 meses de edad, pero desaparece antes de los 24 meses
10. ¿Qué
recomendaciones daría Usted respecto a la lactancia, a las madres HbsAg
positivas?
Aunque el
antígeno de superficie del VHB, una partícula del virus, está presente en la leche materna, no
existen indicios de que la hepatitis B
se contagie a través de la lactancia materna si el lactante está vacunado
Los
beneficios de la lactancia materna superan el riesgo potencial de infección, que es mínimo. Además, como se
recomienda que todos los bebés sean
vacunados contra la hepatitis B al momento de nacer, cualquier riesgo potencial se reduce aún más.
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